BTT: Transpirenaica

La travesía integral de la cordillera Pirenaica a lomos de una bicicleta uniendo el Mediterraneo con el Cantábrico y salvando un desnivel total de más de 25.000 m a lo largo de 1.000 km es una experiencia difícil de olvidar que pone a prueba a los más curtidos.

transpirenaica

 

TEMPORADA

Estival

TIPO DE RUTA

Lineal

KILÓMETROS TOTALES

1.172 km

DESNIVEL ACUMULADO

25.347 m

DURACIÓN

19 días

DIFICULTAD

Alta

[ Cómo llegar ]

Nuestra aventura comenzó en la población catalana de Llanca, en la costa mediterránea, y finalizó en Hondarribia, costa cantábrica, aunque puede realizarse en sentido inverso. Para llegar a Llanca, partiendo de Burgos, cogimos un tren litera hasta Barcelona. Una vez allí, otro tren de cercanías nos permitió llegar a Llanca, población perteneciente al pirineos catalán y punto de partida de nuestra ruta.

 

[ Descripción de la ruta ]

La verdad es que, en la época en que realizamos la ruta, la facilidad para transportar bicicletas en los ferrocarriles españoles dejaba bastante que desear. En el tren de Burgos a Barcelona tuvimos que encajarlas debajo de las literas y las que no cabían las colocamos como pudimos en los servicios. Y todo esto si al revisor le caías en gracia porque si no directamente te quedabas con tu bici en el andén. Por si fuera poco, durante el viaje, que duró toda una noche, me tocó identificar, escoltado por dos agentes de seguridad, a un señor que había hurtado una maleta en una cabina y que casualmente se había cruzado conmigo. Le reconocí por unas llamativas gafas amarillas que llevaba y el resto del viaje lo pasé con un ojo cerrado y otro abierto por si volvían sus amigos a darme las gracias.

Tras el jaleo de los trenes, montamos en Llanca las burras que traíamos empaquetadas y a pedalear que ya había ganas.

Esta fue la primera ruta ciclista de varias jornadas que hice y también aquella en la que he saboreado lo que es el auténtico espíritu de la aventura: salvar desniveles bestiales un día tras otro a través de parajes siempre sorprendentes sin saber donde llegaríamos al acabar el día, pasando en ocasiones sed y en otras hambre. Ver los rojos atardeceres en medio de la ascensión a un puerto interminable sin tener claro si  podremos encontrar una zona con agua para pasar la noche. Plantar la micro tienda de campaña a la que llamábamos “la tumba” en cualquier recodo del camino y tener que quedarse la noche entera a merced de un vendaval sujetando los palos para que la tormenta nocturna no te arrastre con ella. En una ocasión sufrí un ataque de claustrofobia dentro de “la tumba” y empapado en sudor salí de ella como una flecha y pasé esa noche al raso.

Normalmente nos alimentamos como parte de una rutina diaria pero durante esta ruta fui consciente de que lo que comemos y bebemos es auténtica “gasolina” para nuestro cuerpo y que si un día te falta ese combustible tus piernas se convierten en dos troncos de madera. El “señor del mazo” siempre está acechando a la espera de una oportunidad para aplastarte la cabeza al menor descuido.

También te vuelves más sensible al entorno que te rodea especialmente a la cuestión meteorológica. Sabíamos que ,por muy soleado que amaneciese el día, a partir de cierta hora de la tarde llegaba la inevitable tormenta de verano. Así que nos convertimos en expertos oteadores celestes capaces de desentrañar la más pequeña señal anunciadora de mal tiempo. Tener que plantar una tienda mojada con sacos y esterillas empapados no es agradable.

Lo cierto es que la ruta que seguimos se hace mucho mejor sin el peso de las alforjas dado los desniveles que salva y los caminos por donde circula. Muchas veces teníamos que arrastrar la bicis cuesta arriba por pedreros infernales bajo un sol de plomo fundido. Aunque esto se compensaba con creces cuando podíamos disfrutar de un baño en aguas gélidas en el remanso de cualquier arroyo en compañía de tritones y salamandras de vistosos colores.

Y por encima de todo, los recuerdos más intensos tienen que ver, como siempre en montaña, con los amigos que te acompañan. En mi caso nunca olvidaré esa jornada infernal en la que sufrí un bajón físico y anímico y en la que me planteé incluso abandonar. Pedro se quedó a mi lado durante la ascensión a un puerto de montaña infinito en el que me arrastraba más que pedaleaba a lo largo de una sucesión de curvas encadenadas que nunca acababa. Se nos hizo de noche mientras el resto del grupo se adelantó para coger sitio en un camping antes de que cerraran y finalmente llegamos los dos a través de una carretera en plena oscuridad y con una mala luz en la bici. Esa noche más que dormir caí en un estado de inconsciencia absoluta.

Nuestra dieta básica eran bocatas de sardinillas acompañados de sardinillas en aceite y de postre, para mezclar sabores, nos metíamos unas sardinillas entre pecho y espalda. Y como además repiten bastante, nos pasábamos el día con un aliento marinero que tumbaba de espaldas. Menos mal que las barritas energéticas amenizaban de vez en cuando el menú.   

En cuanto al trazado de la ruta, lo cierto es que cuando te embarcas en un proyecto como atravesar los pirineos en btt tienes claro que el desnivel a superar va a ser importante pero en este caso la realidad superó las previsiones. Cuando acabábamos el día con las piernas de madera tras encadenar unos cuantos puertos y veíamos lo que nos esperaba para la jornada siguiente nos surgían ciertas dudas respecto a si sería posible recuperarnos para afrontar otra jornada. Pero lo hacíamos y nos dábamos cuenta de que el cuerpo aguanta más de lo que imaginamos sobre todo si la cabeza y la ilusión acompañan. Además los peores días son siempre los cuatro primeros hasta que el piloto automático toma el control del cuerpo y te hace llevar un ritmo constante y continuo con el mínimo gasto energético.

Tras atravesar el pirineo catalán y aragonés llegamos al vasco-francés y finalmente avistamos Hondarribia con una mezcla de sensaciones: alivio por no tener que seguir castigando las piernas por cuestas infernales y un poco de pena por el recuerdo de los momentos intensos que nos habían deparado los caminos, los pueblos y las gentes que habíamos conocido tras nuestra travesía por el espinazo rocoso que son los Montes Pirenaicos.

[ Galería fotográfica ]